domingo, 11 de noviembre de 2018

Revolución del colapso

Alcanzas la cima, mientras tomas panorámicas de todo tu trayecto, del camino empinado, de las luces en el horizonte, y de las nubes voluptuosas.
En pequeñas cosas como éstas encuentras paz, aunque por el otro lado de la moneda sabes que viene el descenso, muchas veces doblemente abrumador y riesgoso.

Un colapso es identificado a través de los momentos en los que alcanzas plenitud; Ahí, con las mano vacías, en contacto contigo mismo puedes ver cuál fue el precio de tu vista en lo alto. Ahí, sin peso y sin mochila, eres consciente de la revolución del caos, y cómo éste produjo tu florecer.

Acostumbrados a bloquear cada brote de incomodez con nosotros mismos, cada sentimiento de frustración, y cada inconformismo, nos quedamos atrapados en el "Tengo que" en el "debería ser más..." nos quedamos atrapados en las peores tormentas de perfeccionismo. En ese instante nada es más importante que mantenerse en la línea.

La revolución de un colapso, por otro lado, nos muestra el lado dulce de caer en el pozo más oscuro, de la impersonalización, del no saber el terreno sobre el cual me muevo, o hacia qué carta apostar. Éstas juntas, crean un renacimiento tan fuerte que nos vemos ciegos ante nosotros mismos. Cambiamos, hay metástasis y regeneración. El colapso te empuja a valorar lo que tienes y eres ahora, te empuja a ser tú, y a valientemente bajar por el ángulo de hielo que te hace resbalar. Muchas cosas se rompen, pero no debería ser sano mirar cómo nos agrietamos y al mismo tiempo ignorar los efectos.
Ser honestos con nosotros mismos es la mayor revolución, porque como seres humanos estamos acostumbrados a mentirnos a nosotros mismos. Incluso nuestra cultura nos empuja a ésto.
Tomar el camino angosto por el cuál nos decimos a nosotros mismos; "Aceptalo, ámalo y sé bondadoso", es el acto más rebelde y puro.
La revolución del colapso parte por la aceptación y ésta, por la honestidad hacia nuestra alma.

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