Fue como sacarle la tinta al lápiz. Era inútil, completamente inútil imaginar su vida sin él. Lo que nunca pensó fue que había más; mucha más vida, muchos más caminos, muchas más historias. Estaba enferma, y se veía enferma; ojos caídos, ojeras, una sonrisa inconscientemente falsa, una cintura bordeada de hueso y cuero, y unos brazos débiles y caídos.
Tan pequeña que el dolor sobrepasaba su capacidad, pero tan fuerte que utilizaba este como peldaños de una escalera.
Era fría como el invierno, frágil como el otoño, e inocente como un ángel.
Tantos sueños desbaratados por su sombra, por sus huellas, por su aroma. Lo extrañaba, y ese era su peor delito. Quería tenerlo, pero a la vez desecharlo ¿cómo pudo dejarla sola? él sabía que era indispensable, lo sabía...
Han pasado 5 años, y el significado de la palabra "indispensable" ha cambiado. Antes era un antojo, ahora era respirar. Antes era una elección, ahora era una ley. Y es que, resumiendo lo que viene, no hay nada, absolutamente nadie que pueda ser esa palabra personificada, ni siquiera él, que solía ocupar su mente como la marioneta más perfecta jamás diseñada.
Nadie es indispensable, aunque tal vez la tinta del lápiz, sí...(eso lo decides tú).
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