lunes, 4 de agosto de 2014

Agua y azúcar

Lo vi disolverse como agua y azúcar.
Nunca entendí por qué lloré tanto esa noche, algo se había roto, algo se había ido, pero no lo sabía en ese preciso momento, Solo lloraba desconsoladamente en un intento de comprender sus palabras, sus frías y trágicas palabras. Estaba sola en la banca que cruza la calle de mi casa, sola de un modo no literal, porque él estaba ahí sentado mirándome directamente a los ojos.
Él no entendía, y probablemente no sabía qué hacer cuando me miraba tan deshecha. Mi llanto era una súplica escondida, una falsa dignidad que claramente no poseía en ese momento, un alma de niña queriendo ser protegida por algo o por alguien. 
Solo dijo: "Intentémoslo" para que todo cesara. Cuando llegué a mi habitación, mi mundo siguió derrumbándose, porque internamente sabía lo que pasaba, sabía que la unión no era fuerte, sabía que eran los últimos kilómetros que recorreríamos. 
En ese momento me arrepentí de todas las veces que lo imaginé conmigo en una pequeña cabaña; Él acariciándome el cabello, yo sonriendo, y nuestras manos juntas como dos piezas de un puzzle mágico.
Sí, me arrepentí porque ahora estaba sola, sentada en el borde de mi cama, pensando en cómo enfrentaría la ruptura.
Las semanas siguientes no fueron diferentes, estábamos finalizando las vacaciones de verano, y yo no hacía nada más que estar en mi habitación tomando té frío de desayuno, almuerzo y cena. Aún no nos decíamos adiós, pero sabía que se avecinaba con fuerza ese momento, y yo, simplemente me preparaba para no llorar cuando prununciáramos las últimas palabras.
Terminamos en el mismo lugar donde comenzamos, solo que la primera vez fue alegre, pues comíamos frutillas y yo tenía un brillo mágico que pocas tienen. La última vez estaba delgada, no había comido nada, porque ni siquiera la comida podía llenar mis vacíos emocionales. Estaba muerta por dentro, y él lo sabía.
Hoy, después de casi 6 meses logré entender muchas cosas, e incluso entender qué siento ahora mismo cuando los recuerdos afloran en mi cabeza. Es una oleada de sonrisas y lágrimas, de ilusiones y de esperanzas rotas.
Hoy, lo extrañé sin querer que vuelva. 

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