viernes, 2 de mayo de 2014

La quietud y el reencuentro.

En la quietud de la noche, cuando el silencio es la única voz, cuando la vida fluye a través de los recuerdos; deseo marcharme. 

Cada minuto que pasa es una lucha, hay tantas cosas que no pueden ser comprendidas por mi diminuta mente, y sin embargo me inunda el deseo de saber, de seguir, de avanzar. Aún cuando he quedado con las manos vacías, aún cuando parece no existir una mejor vida, sigo viviendo, sigo luchando. 



Me considero afortunada, pocos pueden decir que han intentado no vivir más, y sin embargo siguen caminando a través de vidrios rotos, a través de espinas, de sangre, de sufrimiento.
Muchas veces, sin que nos demos cuenta vivimos cuando creemos estar muertos. Muchas veces creemos estar tan vivos, cuando realmente nuestra vida es una tumba llena de polvo. ¿es el sufrimiento un arma de doble filo? ¿es el dolor la puerta de un desvío?  
Estamos vivos cuando sentimos el pecho como un saco de plomo, estamos vivos cuando despertamos con ganas de que se acabe el día, o con ganas de abandonar místicamente nuestro lugar. Es normal, es obvio.
La gente se marcha, la gente son solo pasajeros de un tren llamado vida, en el cual los pasajeros eligen el destino o la estación.
Tu no puedes decidir por nadie, tu solo puedes decidir por ti. Tu no puedes pretender que te salven, debes salvarte tú. ¿porque si no te tienes a ti, a quién puedes tener? ¿Porque si no eres feliz tú,  a  quien puedes hacer feliz?
En la quietud pienso tantas cosas,  algunas sin sentido y otras, con importancia de vida. En la quietud, solo en la quietud me puedo reencontrar.

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