Nunca quise escribir sobre la desgarrante sensación de tener que dejarte ir,
cuando la única forma de mantener mis ojos secos era mirar por la ventana intentando pensar que el tiempo que pasaría sería poco.
Ha pasado casi un mes desde que te fuiste, y pareciera que mi cuerpo aún tiene memoria, que aún te pide.
Y recuerdo ese primer día que te conocí, cuando estaba tan segura que nunca iba a caer,
sin embargo no sabía que la vida me tenía me llevaría al otro costado.
Ahora, que supuestamente es un tiempo sano y prudente, debería poder hablar sobre el tema,
debería poder autocontenerme, pero no, no he podido.
Sigo viéndome sentada en el piso, en la misma posición, con el cuerpo pesado y los ojos tristes.
Sigo viéndome en el aeropuerto llena de dudas, llena de ti.
Te extraño tanto. Te extraño como el lindo ser que eres, como compañero, como amante.
Sin embargo sé que debería soltarlo, que tu camino es diferente,
que hay tantos desvíos que aún no conoces, y no, simplemente no podría negártelo.
No podría decirme a mi misma que debería dejar de quererte por esa razón.
Mereces tanta libertad, tanto amor.
Y a ésta hora, no lloro con la intención de romperme más el corazón,
Sino con la intención de sellar cada momento precioso que me regalaste, guardarlo, y congelarlo en el tiempo.
Poco a poco debo dejarte ir, para que no me recuerdes como quien intentó cortarte las alas,
sino como alguien que quiso guiarte al lugar más lindo de tu vida.
Sigo viéndome allá, abrazando lo que ahora no tengo.
Sigo viéndonos, y aunque estemos en diferente latitud y en diferentes tiempos, mi sonrisa te acompaña.
Ésta es mi forma, ésta soy yo guardando lo poco que tengo de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario