Nunca creí sentir magia en simple un abrazo, pero la sentí.
Son pocos los días realmente relevantes, ese día de diciembre lo fue.
El cielo nos cubría completamente y los rayos del sol se reflejaban en nuestros jóvenes ojos. Simplemente descansamos tirados en el pasto contando las aves del cielo, sintiendo el calor sobreprotegedor de las nubes, observando la brisa en medio de las copas de los árboles. Solíamos sonreír, correr, conversar... ¿qué sucedió?
Supongo que las cosas nunca son como esperamos, supongo que la mayoría de las veces solo conseguimos albergar recuerdos y no vivencias eternas.
Aquel 17 de diciembre las estrellas brillaban mas que nunca, fue como si brillaran por nuestras causa, una causa casi perfecta, entera, frágil, idealizada. Sentí miedo ¿que pasaba por tu mente mientras mis pasos avanzaban tímidamente en medio de aquella noche?
Recuerdo que tomé tu brazo y el miedo se extinguió, simplemente desapareció, como si nunca hubiese existido. Nos sentamos en la falda de aquel hermoso camino, nuestra respiración era armoniosa, acorde con el latido de nuestros corazones, era fuerte, pero débil al mismo tiempo...
CONTINUARÁ...
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