martes, 22 de septiembre de 2015

Vomitando el ego

Tengo unas enormes ganas de vomitar. Vomitar repudio al ego, la insatisfacción de mi alma.

Absorta de prejuicios, pero ahogada en autocríticas. La talla, el lugar, la formación académica, los amigos, las frecuencias, el color, la raza.
¿Qué hago pasa sentirme obsoleta? ¿Qué hago para que mis plumas no pesen? ¿Cómo nadar sin aletas?
Quedarme es un error, marcharme una falta irreparable. Aceptar es conformarme, conformarme con poco, con la mediocridad. Pero  ¿qué digo?, si ya soy mediocre. Soy mediocre cuando no hago lo que sé que le haría bien a mis venas. Sor mediocre cuando me autoevalúo según estándares patriarcales, cuando compro porque no hay nada más que hacer, cuando prefiero retener que soltar, cuando no me atrevo a gritar te amo, cuando no soy yo, cuando finjo fortaleza, cuando abrazo la ansiedad, cuando me escondo, cuando me expongo.
No, no quiero mantenerme así, quiero evolución, quiero extender mis alas y proclamar libertad. Quiero independencia, autocuidado, responsabilidad, amor; amor por montones.
Mi interior está llorando, pero no expresa. Sé que llora porque le escucho en mis sueños. Pero, ¿qué es la tierra sin lluvia? Necesitamos formar algo nuevo, por tanto, aceptar, resignar, eso necesito, eso debería gritar cuando no sé siquiera qué hablo.
Necesito dejar de forzar emociones, palabras, situaciones, gustos, lugares. Necesito cubrirme en hielo, necesito armarme de flores.

Tengo ganas de vomitar; vomitarme.